La cirrosis es la acumulación de cicatrices (o fibrosis) en el tejido del hígado. Las áreas que han formado cicatrices no pueden realizar funciones hepáticas, como ayudar a combatir infecciones, limpiar la sangre, producir proteínas a partir de los alimentos que comemos y ayudar a la digestión y la producción/almacenamiento de energía.
En los Estados Unidos, dos de las causas más comunes de cirrosis son el alcoholismo crónico y la hepatitis viral (hepatitis B y hepatitis C). Además de afectar las funciones del hígado, la cirrosis puede provocar complicaciones que incluyen:
La mayoría de la gente cree que la única forma de contraer cirrosis es abusando del alcohol, y existe el mito de que esta enfermedad se puede prevenir mediante la abstinencia o la modificación del comportamiento. Sin embargo, la enfermedad hepática alcohólica crónica no es el único medio para desarrollar cirrosis; también existe la enfermedad del hígado graso no alcohólico, la hepatitis C crónica y la hepatitis B crónica. Además, el uso a largo plazo de ciertos medicamentos recetados puede aumentar el riesgo de cirrosis al igual que la enfermedad cardíaca, la enfermedad de las vías biliares o ciertas enfermedades congénitas.
La cirrosis se presenta en muchos signos y síntomas, como coloración amarillenta de la piel, fatiga severa y oscurecimiento de la orina. A menudo, la cirrosis se detecta por primera vez durante un chequeo regular o un análisis de sangre de rutina. Es posible que muchos síntomas no aparezcan hasta que la enfermedad haya progresado y el riñón se haya dañado.
Un generalista o un especialista como un hepatólogo (especialista en hígado) estudiará los signos y síntomas que sugieran cirrosis. El médico puede ordenar varias pruebas, incluidos análisis de sangre, biopsia (una muestra de tejido) o pruebas de imagen (como resonancia magnética o tomografía computarizada) para confirmar un diagnóstico de cirrosis. También se pueden realizar pruebas de función renal y hepatitis.
No existe un tratamiento específico para curar la enfermedad, pero los médicos pueden recetar medicamentos para tratar los síntomas, las complicaciones y las enfermedades o afecciones que provocaron la cirrosis. El tratamiento puede evitar que la enfermedad empeore y puede ayudar a prevenir la insuficiencia hepática. El tratamiento también puede brindar cierta mejoría en las áreas cicatrizadas del hígado.
Algunas recomendaciones generales de los médicos para los pacientes con cirrosis incluyen:
En el caso de que todos los tratamientos para la cirrosis no tengan éxito, un trasplante de hígado parcial o total puede ser una opción para algunos pacientes. Si le han diagnosticado cirrosis, también hable con su médico sobre su riesgo de desarrollar cáncer de hígado.
Para obtener más información acerca de la cirrosis y otras enfermedades del hígado, o para programar una consulta con el equipo del Dr. Becker, comuníquese con Austin Gastroenterology para programar una cita en el lugar más cercano a usted.